Un despertar del que realmente nunca desperté, como un sueño al que nadie se podía resistir, incluso los que se tacharon de morales. Un silencio, sólo interrumpido por el alegre cantar del gorrión que se posó en la rama de un árbol y juró quererlo hasta la eternidad. ¿Eternidad? Nadie sabe lo que es eso. Hay miles de cosas que la humanidad aterra sólo por el simple hecho de no haberlo sentido nunca. Dejemos de creernos superiores, sólo lo podremos creer, cuando hayamos sentido todas y cada una de las sensaciones que nos ofrece el mundo.

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